Vivo la ciudad, la tomo, la habito. Dejo de ser extranjera. Intervengo las prácticas de exclusión por edad, color de piel, género, capacidad de consumo y poder, las confronto. Escribo, discuto, aprendo.
Hago mía la feminidad, me visto de rojo, exhibo mi piel morena y las arrugas alrededor de mis ojos -el tiempo en mí-, un poder que se afianza y desconcierta lo instituido. Lucho, sonrío y nombro mi tristeza cuando aparece. Reconozco mis miedos. Me doy permiso, me pronuncio. Salgo:
La calle es nuestra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario