13 enero 2014

Existen algunas cosas de las que prefiero no hablar y toso, toso, toso, toso. Mi pecho es una brasa gigante, donde las palabras se consumen muy despacio. ¿Conoces ese sonido? ¿el de la combustión de las cosas que se quedan sin decir o ese del vacío que dejan las cosas importantes cuando por fin se escupen? Esta fuerza bendita del espíritu, que cauteloso se transforma, adapta y regresa del sueño profundo de la muerte.

Sí, un monstruo me ha mantenido enmudecida estos días. Tiene mil ojos, es una gran autoridad, un déspota, un asesino virtuoso que come cuidadosamente mis uñas y mi cabello hasta dar con los sesos. ¿Conoces ese sonido? ¿el de las horas consumiéndote con harta pasión, digamos que... monstruosamente? Hablar sobre esas frecuencias no es bien recibido. No escribas, no digas: tose, tose y tose. Hay días así, más fríos.




Existe también un silencio más allá de lo tangible, un lugar para el refugio, un enorme lago, una lámpara verde... Sí, te veo.





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